Confieso que mi admiración al béisbol cubano llegó por el placer de apreciar a la mejor generación de peloteros de un equipo. Reza una vieja frase que una cabeza sin memoria es como una fortaleza sin guarnición. Al parecer, los dirigentes y cronistas del béisbol olvidaron incluir,en su nueva película, a algunos de esos personajes protagónicos .
Hace varios días, se realizó en la
Habana (dónde si no)
el primer coloquio sobre la refundación del Salón de la Fama del béisbol cubano. Gran
idea, que llega en un momento clave, donde el “principal pasatiempo nacional”
debate su porvenir.
Entre
los diferentes aspectos organizativos, decidieron sobre uno muy importante: los nuevos inmortales...
Los
participantes en ese cónclave exaltaron a Omar Linares, Luis Giraldo Casanova,
Braudilio Vinent, Orestes Kindelán y Antonio Muñoz, como los primeros peloteros
encumbrados de la era postprofesional que fueron homenajeados oficialmente
durante el Juego de las Estrellas celebrado en Bayamo. La decisión despierta
algunas dudas y polémicas. ¿Qué requisitos tuvieron en cuenta? ¿Por qué
escogieron a figuras de diferentes periodos?
Las
dudas navegan sin respuestas. Nadie debe cuestionar la calidad y los méritos de
las figuras exaltadas. Sin embargo, hay nombres, hombres y glorias que
pretendieron “silenciar”.
Nunca
podemos olvidar que Antonio Pacheco Massó es el capitán de capitanes. Un
caballero dentro y fuera de los terrenos de béisbol. Respetado por la mayoría
de sus compañeros y rivales. ¿Cuánta satisfacción brindó Pacheco a la afición y
al deporte? Dos subtítulos y dos títulos olímpicos, campeonatos mundiales,
panamericanos, centroamericanos, varios títulos nacionales (como jugador y
manager), en fin, una extensa hoja de servicios al alcance de muy pocos en la
inagotable leyenda del Deporte Nacional.
La
única “desventaja” de Pacheco, la representa su deseo de “cambiar de aires” y
emigrar a Estados Unidos. Pero, no existe justificación suficiente para negarle
su estirpe de grandeza. Además, no traicionó ni abandonó a ninguna delegación
en el exterior en sus decenas de viajes con la selección nacional. Nuevamente,
mereció la pena rendirle algo más de pleitesía.
En
el verdadero Salón de la Fama
valdrán los méritos deportivos sin importar otras razones de índole ideológica.
Será un espacio para eternizar a los hombres estrellas que han enaltecido al béisbol,
porque esos, no pueden ser ni olvidados ni muertos.
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